Julieta
La última película firmada por Pedro Almodóvar, todavía en cartelera en el momento de escribir este comentario, está basada en tres relatos cortos de la premio nobel Alice Munro, protagonizados por la misma mujer a lo largo de su vida. En el primero de ellos, una mujer joven va en un tren y sufre un acontecimiento vital estremecedor que le va a condicionar su vida. Es uno de los momentos clave de la película de Almodóvar, en el que la joven Julieta (Adriana Ugarte) va a cambiar su vida y va a sufrir una experiencia que la va a condicionar de por vida, ya que le hará acarrear permanentemente con un sentimiento de culpa que se extenderá a todo lo que pase en su vida.
No me voy a extender en el comentario sobre el interés cinematográfico de la película; en mi Cuaderno de ruta le dediqué en su momento una entrada en la que ya manifestaba que el filme, sin estar mal, no había bastado para reencontrarnos, o al menos para reencontrarme, con el Almodóvar que tanto nos emocionó, nos inquietó o nos divirtió en los años 80 y 90. Parece que el nuevo milenio no le ha sentado especialmente bien. Pero es cierto que ese ambiente ferroviario de ese episodio que se traslada y se hispaniza en la película del manchego hace que la película merezca estar en mi colección dedicada al ferrocarril en la historia del cine.
Hablaremos por lo tanto del…
Interés ferroviario
La acción de la película abarca un período de tiempo de 30 años en la vida de su protagonista, Julieta. Desde 1985, cuando es una joven profesora sustituta de lenguas clásicas, hasta 2015 (interpretada en ese momento por Emma Suárez), en el que un encuentro casual por la calle le va a hacer recordar su vida.
El episodio que reproduce el relato corto de Munro que transcurre parcialmente en un tren se corresponde a la época de los años 80, para lo cual se ha buscado entre el material preservado de Renfe alguno que se adecue a la época. Y se ha encontrado en la composición de material tractor y rodante que tiene preservado la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid, entre el cual tenemos una locomotora de la serie 269, omnipresente en las líneas electrificadas en esa época, y una colección de coches de viajeros con distintas libreas que se utilizaron en esa época, tanto en colores marrón y beige como en azules y amarillos.
Cierto es que ferroviariamente lo más llamativo es la locomotora. Porque no es una 269 cualquiera. Esta serie de locomotoras, conocidas como japonesas por ser ese su país de origen, y de hecho tiene un figura rectangular muy propia de los trenes nipones de los años 60 y 70, fue muy popular en España. Se fabricaron 265 locomotoras, con distintas características, aunque con el mismo aspecto externo. A estas alturas se consideran obsoletas, aunque alguna debe quedar por ahí rodando. Lo qué sí es cierto es que dos de ellas han sido preservadas como material histórico. Y una de ellas es la 269.604 que aparece en la película. Esta no tiene el aspecto externo del resto. Siendo una de las últimas fabricadas y recibidas a principios de los años 80, fue reformada y carenada para permitir su circulación hasta 200 km/h. Por lo que tiene un aspecto particular, que junto con alguna decoración alusiva hicieron que recibiera el nombre del «Gato Montés».
Las escenas ferroviarias se filmaron en una estación abandonada de la provincia de Toledo, cuyo nombre no he conseguido averiguar la estación de Algodor, que está justo al final del moquillo que le sale a la provincia de Madrid mirando a Toledo. Y que de hecho, si te vas a dicha estación y estornudas con retroceso, te sales a la provincia de Toledo. Si alguien lo sabe, ya me dirá.
En cualquier caso, quedamos a la espera de que en un futuro Almodóvar nos demuestre que sigue sabiendo hacer películas como las de antes. De momento, a este largometraje no le voy a dar más que 3 estrellas: ***